Regla | Rule | Arau

Introducción

Regla/ Rule/ Arau es un proyecto de investigación formado por un ensayo textual/visual —impreso en papel— y una página web que reúne mi creación plástica y teórica (de los últimos siete años) en torno al concepto de medida. En el ensayo, a lo largo de cuatro capítulos y cuarenta y seis epígrafes  con la ayuda de numerosas obras de arte contemporáneo propias y ajenas—, desarrollo la idea de medida procedente de la ciencia, su historiografía y filosofía. El texto de cada uno de los epígrafes es vinculado con una imagen de obra propia y su sinopsis, en algunas ocasiones para ilustrar lo redactado y, en otras, para ramificar la reflexión propuesta. La página web de Regla/ Rule/ Arau (integrada en mi Web personal) completa el proyecto de investigación, reuniendo las imágenes de todas las obras mencionadas en su versión impresa, y también, el resto de obras que conforman el archivo generado durante estos años de estudio. 

El desarrollo de este proyecto se asienta en una serie de reflexiones que fueron surgiendo mientras trabajaba como ingeniero topógrafo, y que se desarrollaron, posteriormente, en forma de obras y textos a partir de mi formación en Bellas Artes. El cuestionamiento inicial, con base científica, en torno al fundamento de las diferentes unidades, instrumentos, y procesos (que empleaba de forma sistemática «a pie de obra» para dar forma al terreno), dio lugar a un interrogante filosófico acerca de la construcción de la realidad. Pensemos que, sin darnos cuenta, la elección que hacemos de la unidad a emplear para medir nuestro entorno condiciona completamente el resultado que obtendremos tras su uso. Esta inquietud personal, que es canalizada a través del arte contemporáneo y desemboca en este ensayo, se formaliza enfrentando ideas que provienen del ámbito científico —como la teoría del caos y el principio de incertidumbre—, con planteamientos deterministas provenientes de administraciones y gobiernos —que pretenden hacer pasar por leyes universales e inmutables algunas normativas y convenciones sociales caducas—.

El proyecto Regla/ Rule/ Arau está dirigido al público interesado en los vínculos entre el arte contemporáneo y la ciencia. Más concretamente, profundiza en el papel fundamental que el concepto de medida —común a ambas disciplinas— desempeña en la adquisición de cualquier forma de conocimiento sobre el mundo. Un lugar de códigos comunes abiertos a la incertidumbre donde, a pesar de la especificidad de cada medio, se evidencia el paralelismo existente entre arte y ciencia en su categorización del mundo sensible. Atendiendo a las representaciones simbólicas provenientes de la creación artística contemporánea, en lo que se refiere a los sistemas de medida, los dos objetivos primordiales son: preservar la vigencia de mis planteamientos artísticos teórico-prácticos dentro de los estudios culturales; y propiciar un espacio de encuentro entre arte y ciencia, a través del estudio de la historiografía y la filosofía de ambas ramas del conocimiento. Tal y como demuestra el corpus de obra de múltiples artistas que, desde comienzos del siglo XX, han trabajado con las unidades de medida y sus patrones, estos conceptos han sido empleados como herramienta simbólica para realizar una crítica general hacia la objetividad (que se ha alimentado y ramificado en el contexto específico de cada creador). Los cuestionamientos que encontramos en las obras giran en torno a la legitimidad con la que diferentes mecanismos de control y organización tratan de obviar la diversidad de miradas y perspectivas provenientes de realidades económicas, sociales y culturales con las que no comulgan. 

La crítica que realizo de los modernos sistemas de medida parte de la propia definición del patrón longitudinal de unidades del Sistema Internacional. En mi opinión, la definición del metro es pura tautología, un razonamiento cíclico y circular (fruto del consenso científico) similar al mantenido en el ámbito artístico en torno al sentido del arte. Me atrevo a establecer un paralelismo porque atendiendo a un marco general del desarrollo conceptual de la metrología y el arte, puede decirse que ambos han soportado, en su desarrollo, los mismos vaivenes entre la prevalencia del objeto o de la idea. En la segunda década del siglo pasado Marcel Duchamp —uno de los primeros artistas que defendió el valor de la idea frente su materialización—,  inauguró, con su obra Trois Stoppages Étalon, un tipo de práctica artística cuyos procesos replican las metodologías científicas (una forma de trabajo habitual entre los artistas que nos interesamos por la temática métrica). El uso de estas metodologías en el ámbito artístico, reafirma la idea de que el arte y la ciencia deben entenderse como disciplinas comunicantes, y que la escisión que entre ellas se ha dado desde comienzos de la época moderna debe seguir abandonándose, a tenor, además, de la defensa de la subjetividad de la realidad que plantean las nuevas teorías y experimentos de la física cuántica.

Este texto se divide en cuatro capítulos, en los que analizo los saberes adquiridos en torno al concepto de medida, durante mis años de topógrafo, interpretándolos desde el prisma subjetivo del arte. Me valgo del conjunto de información científica, historiográfica y filosófica existente con relación a la creación y desarrollo de estos sistemas métricos —que tratan de ordenar la experiencia sensible por medio de la comparación—, para evaluar su carácter autoritario, su legitimidad y su vigencia, en base a la desigual evolución que han experimentado lo largo de los siglos. En este ensayo, trato de forma cronológica, los principales sistemas de medición y representación (así como los modelos espaciales y cosmológicos que derivan de ellos) para estudiar el cambiante papel de la imaginación, la percepción y el razonamiento, en la construcción de un esquema de realidad e identidad que ha ido paulatinamente escorando su tendencia —desde la búsqueda de un conocimiento absoluto hacia la certeza de la relatividad de cualquier saber—. Se rastrea así la influencia de esta deriva relativista en los axiomas científicos y religiosos, su efecto en las formas de relación humana con su entorno inmediato y, también, en los sistemas de control sobre el espacio habitable y los modelos de representación del mundo. Esta subjetividad, que ha ido afectando al concepto de medida, ha sido causada por los descubrimientos geográficos y científico-técnicos que se han sucedido a lo largo de la historia, un buen ejemplo lo encontramos en la primera circunnavegación de la Tierra de Magallanes-Elcano en el siglo XVI, porque su demostración práctica de la esfericidad terrestre hizo necesario sustituir la cosmovisión existente. Aunque no solo cambió la escala del mundo, sino que, al confirmar de forma accidental la rotación del planeta sobre su eje, aquel viaje también prefiguró la relatividad de la relación entre espacio y tiempo (teorizada por Einstein muchos siglos después). Sobrevuelo, de este modo, la evolución del conocimiento ligado a la observación y la medida a lo largo de la historia, enumerando los métodos y procesos comúnmente empleados para su adquisición, y planteo, además, algunas alternativas al ejercicio científico de aprehender la realidad por comparación con un patrón. En este recorrido cuestiono la objetividad de la ciencia y sus sistemas de medida, a tenor de la creciente influencia del azar en la metrología y de la certeza epistemológica en la dificultad de alcanzar una verdad absoluta. Porque, igual que ocurrió con el sistema heliocéntrico de Copérnico, que sustituyó «a golpe de evidencia» al imperante sistema geocéntrico, hoy en día, el descubrimiento de realidades cuánticas nunca antes observadas, demuestra la imposibilidad de trazar (de manera precisa) una línea divisoria entre lo observado, el aparato de medida y el observador. 

Los mapamundi que existían hasta la primera vuelta completa al orbe terrestre, eran el resultado de combinar, en una sola imagen, los territorios conocidos junto con la representación del imaginario de los lugares inexplorados. Los métodos de orientación en base a la observación de los astros luminosos fueron, junto con la creación de un nuevo patrón real tras la expedición magallánica, los que con los siglos ha dado lugar a la cartografía y la geodesia actuales. En la actualidad nuestro sistema de localización geográfica ya no se basa en la observación de las brillantes estrellas, sino en las características físicas de las ondas electromagnéticas (que son el fundamento de nuestro patrón global y del funcionamiento de la red de antenas y satélites GPS). 

En el primer capítulo, titulado De la medida de las luces a la luz como medida, me centro en el citado patrón del Sistema Internacional de Unidades, haciendo un recorrido por sus sucesivas definiciones. Comienzo con la primera, extraída directamente de la medición del meridiano de París desde Dunquerque hasta Barcelona —con la que evitaron referirse al cuerpo humano—, y continúo hasta llegar a la definición de metro vigente en la actualidad, que es la distancia que recorre la luz en el vacío en una fracción de 1/299 792 458 de segundo. Este sistema de medidas nació con la aspiración de ser adoptado globalmente y recogía el anhelo de igualdad social, reclamado por el pueblo llano, durante la Revolución francesa. En este capítulo, estudio la deriva de ese nuevo prototipo, desde su creación bajo la promesa de democratización de la sociedad —que siguió unos principios universalistas con base científica y estaba legitimado por principios filosóficos y políticos—, hasta su actual definición, basada en una propiedad física. En este recorrido, explico los numerosos cambios que el patrón métrico ha sufrido, a lo largo de sus doscientos treinta años de vida, a causa del aumento de la precisión en la toma de medidas, que deriva del avance técnico de los aparatos e instrumentos (desarrollados por el tándem ciencia-tecnología con el impulso del progreso industrial). 

En el segundo capítulo, titulado Peonada, estudio las diversas estrategias que, desde la antigüedad, han puesto en marcha numerosos gobernantes, estableciendo una norma métrica a gran escala, con la esperanza de perpetuar sus sistemas de gobierno autoritarios y patriarcales. Este propósito unificador, tan beneficioso para el cobro de impuestos, se hacía efectivo eliminando la diversidad identitaria dentro de las fronteras de un mismo imperio y, como consecuencia, también la multiplicidad de unidades de medida que de ella derivaban. Si consideramos que el orden métrico es el principal aliado del orden político, la diversidad de medidas denota el fracaso homogeneizador del Estado, muy al contrario de lo que sucede en el ámbito cultural, donde esta pluralidad de género, raza y creencias es síntoma de la fortaleza democrática de las instituciones. La implantación del Sistema Métrico Decimal, tras la Revolución Francesa, fue la primera formalización moderna —a gran escala— de las medidas, bajo la premisa de la igualdad de los hombres (no de las mujeres), que supone un giro brusco desde lo local hacia lo global. En este capítulo recupero algunos ejemplos de «resistencia métrica» mediante la persistencia en el uso de las unidades de medida tradicionales, tanto del País Vasco como de su entorno más próximo, atendiendo además a su aspecto de género. Relato cómo los pueblos fueron forzados a abandonar estas formas de relación métrica, basadas en un conocimiento profundo de la idiosincrasia del territorio y sus costumbres, a favor de otros modelos orientados hacia la eficiencia y el progreso, que responden mejor a las exigencias del desarrollo industrial, y cómo, finalmente, esto provocó la desaparición de la rica y multiforme diversidad metrológica que podía observarse en las culturas pre-capitalistas y en las sociedades rurales. Muestro cómo esas unidades tradicionales acaban convirtiéndose en un símbolo de resistencia frente a la aplicación sistemática de una estrategia de homogeneización jurídico-política, económica y cultural, puesta en marcha por el capitalismo a partir del siglo XIX.

En el tercer capítulo, titulado Desviación estándar, pongo de manifiesto que el pensamiento racionalista que regía el conocimiento científico desde el siglo XVI, que fundamentaba su saber sobre las verdades que quería construir, ha ido cambiando, paulatinamente, hacia formas de pensar menos deterministas, con aproximaciones que tienen en cuenta un cierto nivel de imprevisión. Ahora, nociones como la influencia del observador sobre lo observado y las teorías del caos o de la catástrofe se encuentran insertas en el marco de la ciencia contemporánea, y sus certezas se basan, esencialmente, en leyes estadísticas. Aunque, ciertamente, mucho antes de que la física cuántica confirmase la imposibilidad de establecer una línea divisoria precisa entre fenómeno, instrumento y observador, Newton ya había demostrado (a partir del análisis de las divergencias entre el aspecto físico y el psicológico de la percepción del color) que la respuesta perceptiva ante un estímulo físico no solo depende de las características de este, sino también de las peculiaridades del sujeto. Es necesario, por lo tanto, tener en cuenta que, incluso la aprehensión de los prototipos métricos y sus escalas, está influida por la particular percepción de cada observador y que, cualquier intento de construcción de la realidad es una interpretación sesgada. Debido a que los sentidos y la razón no siempre comulgan —especialmente en lo que se refiere a las unidades de medida— el resultado final de la interpretación que hacemos de cualquier hecho o fenómeno es fruto de una convención entre percepción y razón, educación y costumbre, intuición y reflexión. Lo cierto es que la estructura funcional de los sistemas perceptivos sigue siendo un misterio, y lo más sorprendente es que parece haber una relación directa entre lo que intuimos del mundo y lo que queremos saber. Una indeterminación que es el campo hábil de las humanidades, entre ellas, claro, las artes.

En el cuarto capítulo, titulado Velocidad = espacio/tiempo, exploro uno de los terrenos más fascinantes del pensamiento científico especulativo: la relación entre espacio y tiempo. Comienzo observando cómo, antes de que Einstein enunciase sus teorías, Galileo ya trataba de desmontar el sistema de pensamiento basado en la idea de Aristóteles (que decía que el estado natural de un cuerpo es el reposo), lanzando objetos desde la torre inclinada de Pisa. Y continúo recogiendo la demostración de Newton referida a que una fuerza, actuando sobre un cuerpo, no lo pone en marcha, sino que le impone un cambio en su velocidad (con la que postula la importantísima ley de inercia), hasta llegar a los actuales conceptos cuánticos de la física en torno a la cualidad del espacio y al movimiento de las partículas. Termino este capítulo señalando que el objeto más fiable para conocer la localización de un objeto o fenómeno, respecto a nuestra posición, es el reloj, y explico que, por este motivo, en la actualidad el metro se define como la distancia recorrida por la luz en 0,000000003335640952 segundos. Se trata, por lo tanto, de un inspirador recorrido por la relación entre espacio y tiempo, que reúne los cuestionamientos en torno al sistema cosmológico sobre el que supuestamente se asienta nuestra realidad: tengamos en cuenta que la relatividad de la entidad espacio-tiempo condiciona completamente nuestro concepto de medida, y abre la posibilidad a la existencia de otros niveles de realidad.